Capítulo 19: Traje en España bajo los Austrias menores 1625-1675

Fuentes     José Luis Colomer y Amalia Descalzo (dirs.), Vestir a la española en las cortes europeas (siglos XVI y XVII), 2014; Carmen Bernis Madrazo, La moda en los retratos de Velázquez; El traje y los tipos sociales en el Quijote, 2001.
Sobriedad incluso en las fiestas caracterizan al vestir de los madrileños. Mujeres semiocultas bajo mantillas, ropas igualmente oscuras y guardainfante respetado incluso para bailar. Caballeros de negro.
Fiesta de san Juan, Colección Abelló.




Hombres     En 1621, sentado en el trono Felipe IV, la Junta de Reformación emitió una pragmática suntuaria que todo el mundo obedeció porque el monarca dio ejemplo acatándola: (1) las calzas largas, ostentosas y de muy cara factura, fueron remplazadas por calzones y (2) los carísimos cuellos de lechuguilla y encaje fueron depuestos en favor de la golilla. Estos dos elementos, así como el color negro, darán la imagen estereotípica del español en el mundo. 
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Era casi obligatorio vestirse a la española para quien quisiera prosperar en la corte o simplemente comunicarse con el rey. A día de hoy, el único traje a la española que se conserva íntegro es el que se hizo confeccionar en Madrid el embajador de Suecia en España cuando llegó para comunicar a Felipe IV la abdicación de la reina Cristina. Y Luis XIV señaló a su nieto, Felipe V de España, que respetase los usos españoles: “Cuando haya satisfecho a la nación con esta complacencia, será dueño de introducir otras modas. Pero debe hacerlo sin dar ninguna orden y su ejemplo bastará para acostumbrar a sus súbditos a vestirse como él” (Bottineau, Y., El arte cortesano en la España de Felipe V, 1986, p. 326). 
Herreruelo; coleto y calzones a juego, jubón picado, golilla.
Velázquez, Felipe IV, 1632, Londres (National Portrait).

Golilla. Velázquez, Olivares, 1635, Prado.

Rigaud, Felipe V, 1701, Versalles.




















El cuello de golilla se componía en realidad de dos piezas: el cuello de algodón o lino fruncido (valona), copiado de Flandes y que podía vestirse caído y flojo sobre los hombros, y el soporte rígido de cartón (golilla, casi una bandeja), cuando se deseaba elevar la valona. La pragmática suntuaria antes mencionada solo exigía renunciar al cuello de encaje, pero no impone ninguna otra clase de adorno para el cuello. Creemos que la moda de la valona sobre golilla pudo nacer con el propósito de ocultar la abultada nuez del rey Felipe IV. Esta combinación de cuello blando sobre soporte duro ya se había utilizado en Francia a finales del siglo XVI con el nombre de rotonde, sin demasiado éxito y abandonada hacia 1620. Era una pieza rígida y muy molesta, que requería envaramiento y mesura al portador cuando movía la cabeza; al menos tan molesta como el antiguo cuello chimenea rematado por lechuguillas. 
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La moda de la melena o guedejas coincide con el desarrollo francés de la peluca, a partir de 1630 aproximadamente. 
Traje del embajador de Suecia, Nis Nilsson, 
llegado a Madrid para anunciar la abdicación 
de su reina Cristina a Felipe IV de España, ha. 1655. 
Confeccionado en Madrid, se conserva
 en el Palacio Skokloster (Suecia). 
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1625-1650     El guardarropa completo del caballero elegante a la española se compone de los siguientes elementos: montera (sombrero de ala) sobre cabellos largos hasta los hombros (melenas o guedejas), herreruelo (capa corta), ropilla o coleto (es decir, chaqueta o chaleco), jubón, calzones, medias y zapatos o botas.
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1650-1700     Guardarropa idéntico, pero ropilla o jubón con mangas muy anchas, calzones más estrechos y melenas tan largas como las pelucas de los franceses. Desde 1675 el traje a la española sigue siendo el predominante en España, pero empiezan a verse cada vez más elegantes vestidos “a la moda”, que era como se decía entonces a  vestirse a la francesa. 
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Sotana, propia de intelectuales y clérigos, vestida por el
escultor Martínez Montañés (Velázquez, 1635, Prado).






"Traje largo"     Gustaba a los intelectuales, hombres de letras y ciencias, el empleo de ropas poco antropomórficas como las sotanas y garnachas, las cuales evidenciaban su lejanía espiritual respecto de los hombres de armas o los cortesanos. Muchos sacerdotes en la actualidad continúan utilizando las sotana, vestido talar cerrado en el centro delantero con una fila de botones. La garnacha retoma una denominación ancestral que hunde sus raíces en el siglo XIII para referirse a los sobretodos o prendas de abrigo.

Garnacha, ropa de médicos (Velázquez, 1635, Prado).






















Mujeres     La aparición del guardainfante generó una imagen realmente nueva de la mujer cortesana española.
Mantilla negra y saya de mangas redondas.
Velázquez, Dasma con abanico, Londres, Wallace.
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1630-1675    Es posible que el guardainfante haya que entenderlo como un cruce entre el verdugado español del siglo XVI (ruedo ovalado, plano por delante) y el verdugado francés o flamenco de volumen cilíndrico; en efecto, el guardainfante adquiere volumen en las caderas como el verdugado francés, pero continúa plano en el frente y la espalda. No se vistió por primera vez en España sino en Francia según podemos observar en algunos retratos de María de Médicis. Hacia 1625 ha desaparecido de Europa. pero en España encuentra un hogar sólido en el que asentarse y crecer. a
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Pourbous, María de Médicis, 1610, Col. particular.
No  conservamos ninguno, ni siquiera esquemas que nos permitan figurarlo; los textos apenas revelan que se trataba de jaulas o estructuras huecas de mimbre unidas por cintas, y no ya de aros cosidos a enaguas como el viejo verdugado. Huelga decir que fue objeto de numerosas pragmática suntuarias (1636, 1639), pero nadie les hizo caso, mucho menos las mujeres de la corte. Alcanzó su máxima anchura hacia 1665, justo antes de desaparecer y, como se aprecia en las imágenes, obligó a modificar el patrón del corpiño con un inmenso faldón ovalado. También, por simetría, se remodeló el peinado buscando una silueta semejante ("peinado de guardainfante"). Treinta años después de su aparición en la moda española, hacia 1665, el guardainfante se restringió a la corte, e incluso las infantas dejaron de utilizarlo excepto para ocasiones de mucho aparato. 
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El guardainfante no solo se ganó detractores sino también algunos (pocos) defensores. El doctor Arias Gonzalo en su Memorail en defensa de las mujeres de España y de los vestido que usan (1636) escribe: "Si, como dice algun afilosofía, ni el humo,ni la llama, ni el viento no es tan leve como la mujer, menester es echarle contrapeso para que no lo sea... Es mejor que traigan hábito tan embarazoso para que puedan andar menos y correr nada... Vestido que como conviene cubre las piernas y encubre el movimiento dellas, que es lo más decente y honesto" (cit. Bernis, 2004, pág. 287).
Velázquez, Mariana de Austria, 1652, Lázaro Galdiano.
Carreño de Miranda, Doña María de Vera y Gasca, hacia 1670, BBVA.


1630-1675    Es posible que el guardainfante haya que entenderlo como un cruce entre el verdugado español del siglo XVI (ruedo ovalado, plano por delante) y el verdugado francés o flamenco de volumen cilíndrico; en efecto, el guardainfante adquiere volumen en las caderas como el verdugado francés, pero continúa plano en el frente y la espalda. No conservamos ninguno, pero los textos nos revelan que se trataba de jaulas o estructuras huecas de mimbre unidas por cintas, y no ya de aros cosidos a enaguas como el viejo verdugado. Alcanzó su máxima anchura hacia 1675 y, como se aprecia en las imágenes, obligó a modificar el patrón del corpiño con un inmenso faldón ovalado y provocó, en general, el aumento de dimensión de cuantos elementos lo rodeaban, en particular del peinado. La vasquiña puede mostrar un color diferente del del corpiño. Treinta años después de su aparición en la moda española, hacia 1665, el guardainfante se restringió a la corte, e incluso las infantas dejaron de utilizarlo excepto para ocasiones de mucho aparato.


Carreño de Miranda, Marquesa de Santa Cruz, hacia 1660, Col. particular.
1675-1700    El ahuecamiento de la falda se consigue con un sacristán, que era, según la descripción que hace de él la condesa d’Aulnoy en 1679, una recuperación del volumen cupular del verdugado español pero ejecutado técnicamente como un guardainfante, es decir, los aros no se cosían a una falda interna sino que se formaba una estructura de 3 a 6 aros  conectados por cintas. Pero incluso en estas fechas tan alejadas del siglo XV el verdugado propiamente dicho no ha desaparecido: según unas cuentas del sastre Francisco Robledo, que trabajaba para la reina madre en 1692, las mujeres de la corte disponían de sacristanes pero también de enaguas con aros, esto es, verdugados, aunque ahora los denominan tontillos

Enumeramos finalmente todos los elementos de la mujer vestida de corte en el tiempo de Felipe IV para chequear la nomenclatura. Prendas internas: guardainfantesacristán o tontillo para las faldas; cotilla de ballenas (ya un corsé como lo entendemos en la actualidad) para el tórax; camisa interna y enaguas. El vestido externo fundamental es todavía una saya, cuyas dos partes pueden llamarse casaca o jubón y vasquiña falda. En el exterior las mujeres vestían chales, grandes (mantos) o pequeños, especialmente para la cabeza (mantilla, mantellinas, rebociños). 

De luto por la muerte de su padre, el rey Felipe IV.
Martínez del Mazo, Margarita de Austria, 1665, Prado.

Falda ahuecada con sacristán o tontillo.
José García Hidalgo, La reina de España María Luisa 
de Orleans, ha. 1680 (Prado).